Introducción

Hablar de la historia que he vivido, lo tengo que hacer desde la perspectiva de que soy escolar jesuita. En agosto de 1987 hago votos en Ciudad Guzmán y llego a vivir a Guadalajara.

Mi trabajo anterior

Me destinan a la Ciudad de lo Niños. Trabajo al que voy gustoso por una experiencia previa de acompañamiento en el Tutelar de Menores de la ciudad de Tampico, Tamaulipas. Tres años colaboro los fines de semana en la Ciudad de los Niños. Mi acompañamiento es algo especial: se trata de estar con los niños-adolescentes en sus ratos de descanso, en sus vacaciones. Descubro que estar cercano a los chavos es algo desgastante: exigen siempre lo mejor de uno mismo. Al mismo tiempo es una experiencia muy grata, con muchos alicientes afectivos, en la que se apuesta por la vida. La vida de ellos: los niños.

Sin embargo, en la Ciudad de los Niños me siento sin creatividad: amarrado a la institución. Me siento en desacuerdo por tanta norma, tanta rigidez, tanta ley y ley grabada en normas nunca escritas, sino esos códigos sociales que todos debemos seguir para ser alguien. Me encuentro en una institución de criterio estrecho. En la cual se deja ir a los malos, a los que no dan la medida, y se les avienta con una frustración más para que sigan su vida allá abajo. Empiezan a creer en el amor pero una falta a las normas les hace no ver el perdón y ser lanzados nuevamente al abismo de la soledad y del sin sentido.

Con los niños, uno de los principales frutos fue: formar una tiendita con base en una organización generada desde ellos, en contraposición a la idea de cooperativa que era como funcionaba anteriormente.

Esta experiencia se llamó: Tiendita, S.A. y actualmente -después de dos años- permanece. Mi insistencia se centró en clarificar el concepto de sociedad anónima.

Hubo muchos logros en la delegación de responsabilidades y en hacer conscientes a los chavos de su proceso de formación. Muchas esperanzas, crecimiento y maduración en los miembros de esta organización. Algunos aprendieron, sin utopías, que en el comercio se pueden ganar la vida honradamente: quedándose con sólo el 40 ó 50 por ciento de lo que venden.

Cada cierto tiempo era normal extrañar alguna que otra cara: "¿Dónde esta Héctor?" Sonaban respuestas de: "Ya no regresó". "Salió en octubre junto con otros diez". "Lo corrieron por..." Razones, causas, todo bien justificado. Culpables: El Mal Menor: "es mejor tirar una fruta podrida de la caja de frutas que esperar a que todas las demás se pudran".(1) Con tanta claridad racional nunca pude hacer nada, en muchas ocasiones, ni siquiera despedirme. Quizá un día me desesperé y no soporté más esas constantes salidas de la Ciudad de los Niños, tanta desgastante despedida.

Sin poder hacer cosa alguna en la Ciudad de los Niños por cada niño, en cada despedida. Sin resultados, sin esperanzas y sin posibilidades ví cercano el término de mi colaboración en la Ciudad de los Niños.

Dejar la Ciudad de los Niños no fue fácil, había muchos lazos afectivos con muchos niños. Con lo que me nació una inquietud: por lo pronto no dejar a los niños. Así que pido seguir el trabajo con niños pero en una institución que se denomine a sí misma abierta.

Antes de comenzar en MAMA(2)

La gente del mundo suele trabajar en instituciones. Mientras que otros optamos, queremos vivir en una institución. Concretamente escojo la Compañía de Jesús para vivir en ella. Repito, quiera o no quiera es desde mi realidad institucionalizada desde la que hablo, pienso, siento y escribo.

Quiero dejar la Ciudad de los Niños pero sigo atado al trabajo por los niños. Tengo muchos miedos: si vivo un proceso de incorporación a la Compañía de Jesús, ¿no tengo que hacer lo que los anteriores han hecho? Qué hacer si la Ciudad de los niños es «la» obra de los jesuitas que trabaja con niños. ¿Cómo planteo que quiero trabajar con otros niños en otra obra?

El problema de la vida institucionalizada que abrazo allí no se termina pues la mayoría de los escolares jesuitas trabajan en equipos de jesuitas. Mientras que yo quiero colaborar en un equipo de laicos: ni un solo jesuita, quizá ni apoyo de parte de alguno. No es fácil proponer ni aceptar salirse de la protección que ofrece la institución: equipos sanos, pedagógicos, que ayudan, con herramientas, con presupuesto, con el espacio de tiempo indicado por la estrucrtura que impone la vida institucionalizada: dos días, un cuarto de tiempo: no más, no menos.

En la propuesta había un equipo no hecho a nuestra medida. Se trataba de ir a buscar la medida para caber en el equipo. Era también un trabajo fuera de la estructura a la que se nos somete como escolares. Esa que nos previene de caer: que nos ablanda la penosa experiencia de aprender la realidad.

Así que parecía una idea difícil proponer estar con y ayudar a los niños de la calle. La propuesta pronto se convirtió en colaborar en MAMA. Me conseguí el proyecto, lo leí, recuerdo que me costó trabajo entender la diferencia entre el niño de la calle y el niño en la calle. Pero lo que más me fascinó, porque constituía un reto a la creatividad, fue el trabajo en la calle misma. Es decir la primera fase del trabajo con los niños de la calle.

Pasé algunos meses sin saber lo que me esperaba para el futuro. Dolido y triste por lo que dejaba, inseguro ante la aceptación o rechazo de mi propuesta. Traté de prepararme para lo que fuera, por si la obediencia prometida me mandaba a otro lugar, acompañé a otros escolares a su lugar de trabajo, compartí su vida y gusté de lo que realizaban por los más necesitados. Mientras yo no sabía cómo prepararme para luchar por eso que hervía en el interior: trabajo en la calle.

La primera época

Los superiores consideraron que estaba bien que fuera a trabajar a MAMA, por lo que obedecí su orden diligentemente. Rogelio Padilla(3) vió que era bueno tener unos voluntarios en el trabajo de calle y en la casa de MAMA. Así pasamos, dos escolares, a formar parte del equipo de Antonio Alzate(4) y de trabajo de calle. Dos equipos o uno; no importa, se inicia el trabajo directo con los morros.

Este primer tiempo (septiembre 1990 a mayo 1991) en el equipo fue de apoyo a los educadores en turno. La mayoría del tiempo lo dedicamos al trabajo de calle y el tiempo restante a apoyos parciales al equipo de educadores de la casa de Antonio Alzate. Por este tiempo la maira(5) Celia era algo así como la coordinadora, o la maira de mayor experiencia o la que tenía la mayor aceptación entre los demás mairos. Ella era la coordinadora del trabajo de calle. En su trato siempre fue muy horizontal, nos dejaba hablar, criticar, proponer en todos los aspectos. En otros, nuestros límites estaban dados por la novedad del trabajo y que caminabamos por senderos desconocidos. Así el límite lo poníamos nosotros, nunca nos pidió de más ni nos dejo flojear. El trabajo se hacía siempre dentro de lo establecido, nunca menos y siempre más. Había muchas convivencias entre los mairos, muchas pláticas, mucha información. Se platicaba de todo: de nuestra vida, de la vida de los morros, de nuestros problemas y nuestras propuestas de solución a tal o cual problemática de algún chavo.

Con lo único que yo estaba en cierto desacuerdo es que ninguna de las responsabilidades recaían sobre nosotros -los escolares-, sino que siempre sobre ella o los demás mairos asalariados. Lo anterior, en el entendido que la responsabilidad del proyecto recaía sobre los mairos que trabajaban y los voluntarios eramos sólo un apoyo a los demás.

En fin fuimos asimilando el programa casi sin darnos cuenta: se fue haciendo cotidiano. Actitudes, criterios los hicimos nuestros. Nunca fue carga de estudio, ni actividad ajena a lo que veíamos y vivíamos en el equipo de trabajo.

 

Notas

1. Luis Ochoa, S.J., en alguna plática personal con él, le pedí me explicara eso del mal menor.

2. Movimiento de Apoyo a Menores Abandonados, A. C.

3. Rogelio Padilla es el fundador y director de MAMA, A.C.

4. Calle dónde, en el número 1008 se ubica la casa de la segunda fase del programa de MAMA y que está en estrecha vinculación con el trabajo de calle.

5. Maira, maestra, educadora de calle. En adelante las palabras usadas por los callejeros aparecerán en cursiva y se explican en el glosario.