Análisis de la experiencia del niño de la calle

La experiencia vivida

Puestos en una escena de la vida normal de un callejero vamos a tratar de reflexionar sobre la experiencia que viven los niños de la calle.

Queremos situarnos en esa realidad del niño. Buscar dar respuesta a sus problemas, a lo que él siente. En un primer momento vamos a analizar tres cosas: la familia, el niño y la calle.

La familia del niño de la calle

La familia de un niño de la calle conserva una estructura aparentemente normal, sin embargo, la mayoría de las veces contiene alguna o todas de las características siguientes:

desintegración,

falta de amor,

maltrato,

pobreza,

fugas en el alcohol.

Estas características no quieren decir que las familias sean moralmente condenables. Se podría decir que son gentes condicionadas, sin opciones de vida. Se puede decir que ya ni siquiera hay casos de destintegración en la familia, pues en realidad nunca hubo familia. Los niños de la calle salen del seno de la familia buscando otras opciones de vida.

Mucha de la gente que vive en la calle puede ser catalogada dentro del lumpen social. En este estrato social la moral no se vive, las condiciones de vida no dan espacios para pensar actitudes morales o amorales.

Nos podemos imaginar una familia con todas las características la cual sería una perfecta familia manda niños a la calle. El problema del niño de la calle es social, de ninguna manera de la familia. La sociedad impone una serie de limitaciones a ciertas familias lo que las convierte en típicas familias manda niños a la calle.

El niño de la calle

¿Quién es? Primero y antes que nada el niño de la calle es un niño normal: juguetón, creativo, inquieto, aventurero, amigo. Ama y se le puede amar, con imaginación, adaptable, inteligente, saludable y sobre todo es alguien que busca (que quiere más). Definitivamente no es alguien que huye ni del que hay que huir. El niño de la calle es un busca tesoros que encuentra el suyo en la calle. Quizá el tesoro del "cotorreo y el uso de la libertad sin control",(37) junto con un montón de experiencias nuevas: aliviane de la droga, seducción(38) al otro (el-ella), viajes de aventuras, rebeldía, agresión (travesuras), carrilla, emoción de robar, pedir (dinero fácil), amistades (banda), no necesitar a nadie (ideal burgués), la satisfacción de hacerla, correr de la ley, ayudar a putas, esconder trasvestis, no dejar abajo a un morrito nuevo, caer al tute, pelearse, jugar con un mairo, andar solo, estar sucio...

Ahora le podemos poner una serie de etiquetas al niño de la calle, sin que necesariamente todas sean de un niño en especial, ni que un niño no tenga ninguna. Definitivamente el factor que hace al niño de la calle niño de la calle es simplemente que viva en la calle.(39) Pero para que sea niño de la calle de los que aquí se habla necesita haber ido al centro de la ciudad a dar un rol. Cómo sea él, depende de él mismo y de las "presiones sociales: imitación y aceptación de su grupo de iguales".(40) Las etiquetas que le colgamos al niño de la calle pueden ser: vagabundo, ladrón, homosexual, prostituta, golpeador, gandalla, anárquico, drogadicto, solidario,(41) aventurero, parero, machín, mentiroso, chemo, tranza (estafador), pasado de lanza (embaucador), cabrón(42) y por otro lado todas las primeras: creativo, amigable, generoso, solidario, cuate, juguetón, pacífico, disciplinado, respetuoso, inteligente, abierto a novedades, sensible y normal.

Hablo de muchísimos niños que pueden caber entre estos conceptos. Son tantos los que necesitan alguna ayuda más especial y lo triste es que quizá en nada se les ayuda.

Son tantos los niños en tantas escuelas que requieren un trato más personal. Pero es tanto el peso de los programas escolares generales, uniformes, centrados en un curriculo a cumplir, materias por ver, conceptos a asimilar. Tanta imposición, tan poco humanos que los niños desertan y dejan la escuela.

El niño de la calle y la droga

Si pienso en José Guadalupe, me viene a la mente un niño de la calle que su problemática familiar es cruel, es difícil, pero no es la típica familia manda niños a la calle. En este sentido es una familia con menos cargas sociales. José iba a la escuela, tenía buenas notas. Podríamos decir que era todo un éxito. José tiene una mamá que lo quiere mucho y quizá lo consienta demasiado: ¿se podrá quejar de amor en exceso? Pero José se queja de lo que no le gusta, como todos. Uno de esos días se encontró con un amigo que le pone a la droga y la tomó. Le puso un día y luego otro... luego ya no cupo en su casa: se salió a la calle, llegó al centro y lo conocimos. Al poco tiempo trajo a sus hermanitos que lo venían a buscar de parte de su mamá. Días despúes su misma mamá vino a recogerlo y a pedir consejo de qué hacer...

Como él hay una serie de niños que llegan al centro, a la calle, porque en su casa se drogaban y a sus padres eso no les gustó y los echaron fuera. Hijos de familias buenas de corazón, pero que no saben qué hacer con su hijo drogadicto y prefieren desentenderse, olvidarlo, para así ya no tener ese problema, aunque les duela mucho la pérdida.

Mientras que Enrique Tello, Iván, ellos forman otro grupo: tienen una familia en verdad desbaratada: papá original perdido, padrastro golpeador y que les niega el afecto, medios hermanos(as), madre santa que lo único que tiene para ofrecerles es un corazón, pero, sin posibilidades para sobrevivir sin un cabrón que la acompañe. Este segundo grupo de morros sí tienen la típica familia manda niños a la calle. Los morritos se van a la calle, entre idas y venidas, regresos al hogar, van duramente rompiendo con el amor materno y al final llegan a la calle. En la calle conocen lo que hay, entre otras cosas, droga: tonsol, chemo, mota, pingas. Para quedar bien con el grupo, para sentirse aceptado por la banda, para irla haciendo en la calle le ponen por primera vez a alguna droga. Luego la droga hace su tarea de esclavizar sujetos. Luego es la invitación a olvidar el pasado.

En este último punto resalto que la problemática del niño de la calle que sale de una familia manda niños a la calle, no es en primer momento la droga, ni robar, ni otra de las etiquetas puestas a los niños de la calle, el niño va a la calle en busca de una alternativa y en busca de una solución de sus problemas. La primera que los solucione, esa es alternativa. Generalmente, ya en la calle, la calle es la que gana. El niño poco a poco se va enfrascando en toda la vida de la calle.

Un tercer grupo de niños de la calle, son los que pasan en su automóvil a todas horas, especialmente de madrugada. Por familia tiene a una perfecta familia manda niños a la calle: falta de amor, desintegración... Pero en el renglón económico tienen riqueza. Estos niños en realidad llegan a la calle en busca de placer, entran en el mundo de la droga para hacer a un lado una serie de problemas que no quieren afrontar. Están atados a la familia por el lazo económico pero es todo lo que los liga. Estos se vuelven igual de drogos pero por el reparto de los dones desigual de parte de la sociedad, ellos tienen la oportunidad de ser atendidos profesionalmente.

La calle

Todo el tiempo hacemos referencia a la calle. ¿Qué lugar es ese? En verdad todos la conocemos, la usamos todos los días para ir y venir, andar y llegar. La calle es algo cotidiano, no tiene un valor bueno o malo.

Los límites de la calle son de la puerta de la casa hacia afuera: todo es calle hasta encontrar con otra puerta abierta y entrar en un hogar que nos refugie. Vista así la calle no es ningún lugar sino un medio para llegar a los lugares.

La ley sabe que la calle es movimiento por lo que prevee que si un adulto está sentado en la calle-banqueta, sin hacer nada, lo pueden encerrar 36 horas por una falta administrativa. Lo cual nos confirma que la calle es un lugar para moverse: no nos podemos detener.

La calle no es un lugar sino el modo de llegar a los lugares (tiendas, hogar, bancos, oficinas). Allí se está con cierta tranquilidad pues toda la gente tiene el mismo objetivo, de alguna manera los que llegan allí comparten la misma intención y por ello se respira un ambiente de paz. Mientras que en la calle no sabemos lo que la gente quiere. Cada cual camina a su propio destino y nadie sabe nada del otro, ni una pequeña intuición: esto pone muy inseguro al hombre, al ser humano, que por naturaleza es social: que sabe del otro. La calle va a presentarse como un medio indispensable para la vida pero al mismo tiempo como un lugar de miedo e inseguridad.

Por la noche la calle pasa a ser más el lugar de encuentro de las actividades ilegales. Trasvestis, homosexuales, prostitutas. Esperan que pasen por ellas y ellos para relajar el estrés acumulado durante el día. Turistas borrachos escondidos en el anonimato le dan rienda suelta a sus pasiones. Titilantes faros de los policías obligan distraer en ellos la mirada. La sirena de la ambulacia a su paso nos recuerda que en la vida hay accidentes. Prepotentes insultos de policías que quieren saber qué haces allí. Sensuales prostitutas que no dejan de seducir. Carros grandes del año que pasan llenos para recoger a alguien que quiera con todos. Un jotdoquero espera le caiga un cliente.

Proyecto del refugio nocturno

El proyecto de MAMA engloba tres distintas partes: el trabajo de calle, el club de calle y refugio nocturno. Propiamente son una modalidad económica de las fases uno y dos del proyecto general de MAMA. Se revisarán las tres partes por separado, qué se hace en cada una de ellas y cómo cumplen o no con el programa. Ya que en nuestra concepción el proyecto de refugio nocturno es algo más que llena ese espacio de la calle del que hablamos. En este apartado se analizará en detalle qué es lo que hace el proyecto de refugio nocturno por los niños que viven en la calle.

Trabajo de calle

En realidad esta fase no se modifica respecto al programa general de MAMA. Pero quiero plasmar un poco la experiencia vivida y desde allí plantear alternativas no programables.

Contactar a los chavos, estar con ellos, ayudarles en lo que se dejen (médico, jurídico), jugar y tratar de que descubran por ellos mismos una opción distinta a la calle en la que viven: el refugio nocturno y club de calle.

La experiencia va mostrando que se trata de un acompañamiento en sus vivencias callejeras de tal manera que la ternura que les ofrecemos poco a poco vaya ganándole a las invitaciones de la calle. En este momento es muy importante que el chavo este dispuesto a conocer, a dejarse permear por una experiencia distinta, que abra su corazón y deje entrar la alternativa que el mairo le ofrece.

Sabemos que el hecho de conocer es algo muy humano, que parte del amor que tenemos, de las ganas de vivir, sabemos que el hombre no conoce sólo por conocer. Se conoce por alguien, porque alguien te invita a hacerlo.(43)

Por eso, sólo a través de la ternura podemos ofrecerle al chavo un conocimiento de algo distinto de lo que vive. El trabajo de calle es apostar el corazón por una vida que queremos ver crecer.

El trabajo de calle puesto en hechos concretos consiste en: 1)caminar, 2)jugar, 3)saber perder, 4)soportar el trato agresivo de corazones destrozados, 5)estar dispuesto a siempre decir que sí, 6)a veces ser golpeado, 7)tener mucha paciencia ante un chavo que "toda su energía la orienta a la transgresión de las reglas sociales",(44) 8)fomentar actitudes de cambio, 9)compartir la vida que se tiene para que el niño callejero tenga más vida, 10)platicar, 11)estar con los chavos así como son y no escandalizarse de lo que hacen, 12)demostrale al chavo desde el corazón (principalmente) y la razón que en la calle no tiene alternativas de vida, 13)quererlo, 14)ser significativo en los afectos del chavo de tal manera que cuando tome una decisión cotidiana en la calle recuerde en su corazón que hay algo más, 15)estar, 16)ganar su corazón no con cosas sino con hechos, 17)cercanía, 18)no dejarlos abajo en ningúno de los momentos en que los acompañamos, 19)solidaridad, 20)compartir su vida, 21)usar su lenguaje, 22)vivir su cultura, 23)ofrecer un amor sincero sin envidias ni celos, 24)querer al chavo por él mismo y no para que llene nuestros huecos afectivos, 25)que nuestro lazo afectivo no sea un lastre más en el crecimiento del chavo sino que lo lance en libertad a buscar más vida, 26)luchar desde el equipo de educadores por la vida del menor, 27)evitar en lo posible la identificación de un chavo con un sólo educador, 28)en fin, entrar en una experiencia educativa en la que todos salimos transformados, 29)estar dispuesto a sacar de la calle inmediatamente a un niño chico que llega de la periferia o de fuera de la ciudad y no esperar a que se envicie en la calle.

La idea del trabajo de calle es hacer nuestra una realidad conceptualizada como niño callejero. Al mismo tiempo que el educador entra al mundo de la calle para hacerlo suyo, lucha con todas sus fuerzas para que desaparezca ya no la conceptualización sino los niños de la calle con todas su carencias y negatividades para la vida. En esta lucha contra el niño de la calle para darle mayor vida tenemos la certeza que, por ser un problema social, no se logrará satisfacer las necesidades de todos los niños de la calle por lo que nuestros esfuerzos se deben concentrar en la atención directa, personal y afectiva de los pocos niños de la calle que contactamos. Es claro que para cuando un niño llega a tener voluntad de cambio ya la sociedad nos aventó unos diez(45) más a la calle, no tenemos otro camino más que regresar a la calle.

Otra de las cosas que se organizan para los niños de la calle son paseos principalmente a lugares donde puedan nadar; visitas al dentista, al doctor. Se intenta que aprendan a gustar de la arquitectura; idas al cine a ver sus películas (generalmente mexicanas) y luego que vean otras importadas de Hollywood.

El juego

Por las noches, en sus lugares de reunión, se juega con ellos. Simples juegos que todos conocemos: lotería, palillos chinos, damas, damas chinas, memorama, turista, oca, serpientes y escaleras. Se organiza, -cuando hay más chavos- alguna cascarita de fútbol. Al jugar se platica con ellos, se les conoce, nos conocen. Así es como inicia la relación. Se empieza a hacer algo por el chavo. Se les permite jugar siempre y cuando no se estén drogando en ese momento. En el caso de estar bien drogos el juego se constituye en una forma de bajar avión.

Se recupera con ellos algo de su infancia perdida en la calle. El juego es regresarlos, detenerlos un poco para que sigan siendo niños.

Muchos adultos que viven por donde se encuentran los niños de la calle suelen querer ayudarlos. Algunos les dan para comer sin comentarios, mientras otros regañan, golpean, obligan al niño a que deje algo que al adulto le parece mal. A veces alguno de estos adultos quiere integrarse a jugar, pero la experiencia nos ha dicho que la mayoría de los adultos que rodean a los niños de la calle lo hacen para abusar de ellos. El mairo tiene una imagen: es buena onda, que hace paros. Permitir que un adulto se integre al juego, puede tener el riesgo de que si el adulto es un gandalla, luego el mairo sea identificado como tal. Por eso el mairo debe ser lo más amable e indicarle al adulto que el apoyo y cercanía del proyecto y los juegos son para los niños.

El mairo por su cuenta debe de ser un acompañante, debe de estar, sin escandalizarse, ni querer cambiar a golpes todo lo que le parezca mal.

Club de calle

Tiene su sede en la casa de Antonio Alzate y su objetivo es promover actividades en las que se integra el niño de la calle. Es visto como un paso más que da el chavo en su proceso de dejar la calle. Es de hecho, por un rato, una alternativa a la calle.

El club de calle fácilmente cae en tardes de tele. Pero en las que de alguna manera hay una certeza: el morrito no está pegado a su droga, o en alguna finanza. Se invita al morrito al club en el supuesto de que ver tele es mejor que drogarse y robar.

De los ocho meses que abarca este trabajo sólo en los últimos dos se ha logrado establecer algunas actividades distintas a la tele o futbolito (cfr. p. 112).

La mayoría de las tardes (de 5:00 a 9:00 p.m.) las horas se van rápido en algún juego, con alguna plática, o simplemente en la búsqueda de quién es el que trae la droga. De las cuatro horas las dos primeras son de llegada, y las dos últimas para preparar la cena que debe de ser como a las 8:00 p.m.. En fin, no se cuenta con mucho tiempo para preparar las actividades. Por la tarde se procura que se bañen los morritos, en los últimos meses quedó como una actividad reglamentada de la tarde: baño antes de la cena.

También hay que notar que para preparar una actividad hay que esperar una cierta respuesta: si los chavos no traen ganas, es imposible juntarlos y hacer algo en conjunto. Y en este aspecto el programa es muy paciente. Lo fundamental será estar con el chavo, ese que no quiere hacer nada. No presionarlo porque eso ocasiona que no regrese nunca. El programa pretende ser al gusto del morrito, aunque en momentos parezca que no es educativo. Lo que queremos es ser una alternativa y no ser selectivos con los morros, claro que nuestra misma presentación es ya una selección: no cualquier niño cabe en el programa.

Refugio nocturno

La actividad del refugio nocturno está ubicada también en Antonio Alzate. Su objetivo fundamental es que el morro no duerma tirado en la calle, no se moje ni pase frío. Si se puede, que tenga un colchón blando dónde dormir. Para el chavo le es igual el club de calle que el refugio nocturno. Pues en la práctica no se hace mucha distinción. Se ofrece todo como un mismo paquete. Estrictamente comienza a las 9:00 de la noche y termina por la mañana del día siguiente alrededor de las 9:00 a.m..

Lo que se realiza intenta terminar con la jornada de club de calle cuando se retrasa por alguna actividad. Es el momento de repartir las cobijas para que todos los morros se duerman, ver que cada uno de los morritos tenga su espacio para dormir, que estén bien y que se duerman. La acostada suele ser como a las 11:00 de la noche. Excepto cuando transmiten alguna película interesante en la televisión y ésta termina a las 12:00. Si los chavos quieren se les da permiso de verla, según el mairo considere conveniente.

El espacio muerto que hay después de la cena sus aseos y la hora de dormir, se aprovecha para jugar o para ver tele.

Las tardes y noches en el refugio pasan rápido. Los juegos de la calle se repiten en la casa. La televisión y el futbolito añaden otras actividades más.

Otra de las cosas que se generan en el refugio en favor de los niños es el mismo ambiente que ellos generan al estar juntos. Hay días en que el grupo se la pasa de pleito en pleito. Mientras que otros días todos se la pasan jugando y la tarde es agradable.

Una de las cosas que ayudan mucho al niño de la calle en sus momentos de cambio, es que platique todas las cosas que trae. Que saque esa historia que es su vida.

La casa prevee que al chavo le gusta el cotorreo. Por eso también se generan espacios de plática con los mairos y entre los morritos. Los morros saben que son escuchados y que su experiencia de vida no va a ser balconeada.

La permanencia en la casa.

Después de perfilar un poco al niño de la calle y su entorno, y al proyecto y su entorno, quiero tratar de pensar qué es lo que le pasa al niño de la calle.

Podemos observar claramente en cualquiera de las ocho gráficas de permanencia (cfr. p. 158) cuántos días pasaba cada uno de los morritos que asistían a la casa ese mes. Descubrimos que un 80 por ciento (números redondos) de los chavos permanecían un día o unos cuantos días más en el proyecto. Mientras que sólo el 20 por ciento de los pobladores lograba permanecer más de la mitad del tiempo que la casa se encontraba abierta. Nos encontramos ante la alarmante situación de que es poco o casi nulo el tiempo que estos morros permanecen en la casa. ¿Qué problemática encontramos detrás de esta realidad? ¿Qué podemos decir del niño de la calle? ¿Dónde está realmente, a dónde pertenece?

La compleja realidad en la que se ven envueltos los niños de la calle hace que cada uno de ellos viva su problemática de una manera muy diversa. Y responda de manera única a los estímulos del medio, en ningún momento deja de ser hombre, pues responde de manera múltiple a lo que le rodea. Así un morrito "hace intentos de ensayo y error por salirse de su casa, hasta que en definitiva sale"(46) y deja ya su casa. ¿A dónde va? ¿Quién nos asegura que va a la calle?

A la poca permanencia del chavo en el proyecto trato de responder desde varias visiones: 1) los objetivos del programa, 2) la sociedad, 3) la casa y sus ambientes como factor alternativo, 4)la búsqueda en la que está envuelto el chavo.

Los objetivos del programa

En este momento es necesario traducir los objetivos establecidos para esta fase y llegar a concretos: es una etapa de cambio, de prueba.

En el tiempo que el chavo esté en el refugio se le va a ayudar a que cambie, a que poco a poco deje las actitudes de la calle hasta que él mismo las aborrezca. Y para ello se le ofrece una casa, se le repiten rollos educativos: que lo importante va a ser la escuela.

Es un tiempo en que el chavo puede, y de hecho tiene, recaídas en sus andanzas de la calle. Se podría decir que un día va al refugio y luego deja de ir otros, luego regresa con más ganas de casa y menos de calle, quizá crudo de droga. Regresa y se está algunos días: preciosos y escasos días en los que el educador puede aprovechar para ofrecerle alguna alternativa.

El programa prevé que el chavo no va a ser un poblador de todos los días, ni que se la va a pasar todo el tiempo allí en el refugio. Sino que va ir y venir. Que se quedará según él mismo lo decida. El chavo tiene que hacer su esfuerzo, la casa algo le dará, algo: comida, cobija, alguna sonrisa...

Tiene que quedar claro que uno de los objetivos mismos del refugio es éste: que el niño en búsqueda tenga la opción de no quedarse en la calle esos dos, tres días que anda por allí tratando de encontrar algo para él.

La sociedad

Sabemos que en México así como vivimos el pleno desarrollo del capitalismo paralelamente existen infinidad de talleres que mantienen mayor cercanía a los talleres de la Edad Media: familiares, pequeños, casi de supervivencia. En la Edad Media las relaciones familiares no generaban niños de la calle,(47) pues los niños que se aburrían de sus padres iban y encontraban a otro: en el maestro del taller, en el sacristán, en otro campesino.

La propia estructura de las comunidades protegía al niño contra los azares de un amor paternal exclusivo y le evitaba los riesgos de soledad y rechazo. El niño siempre tenía con quién hablar.(48)

¿No será posible que algo de esto se repita en nuestro México? ¿No será factible que la gran mayoría de niños de la calle sean reabsorbidos por los vecinos como lo eran antes en la Edad Media? ¿Puede ser que esta sea la tarea de MAMA?

Quizá por allí podamos encontrar alguna solución a la familia burguesa como nos la presenta la nueva idea de planificación familiar: una pareja y su pareja de hijos. Encontraremos siempre en estas familias quién necesite más, y en especial más amor, no para recibir sino para dar. La estructura del ser humano esta diseñada(49) para amar más de lo que nos limita la sociedad burguesa capitalista en que vivimos y sus núcleos familiares.

Muchas familias de buen corazón, amables, asumen como a un hijo más a un morrito, morrita, que no logra establecer unas relaciones normales con sus papás. Sobre estadísticas en este aspecto el proyecto no las genera, ni ve por este tipo de morros. Pero sí se han detectado morros callejeros que se sabe que andan de casa en casa buscando vivir mejor (Raúl Islas, Jorge, Paty)(50). Puede ser que el número ascienda considerablemente pero no hay forma de saberlo.

La casa y sus ambientes

La casa genera por su propia cuenta una serie de situaciones que permiten al chavo permanecer o regresar en otra ocasión. Pienso un poco en la carrilla y en la oferta personal de los mairos.

La carrilla

Los mairos juntan a los niños de la calle hasta tener a un grupito considerable: ocho, cinco, que son los más asiduos. El que vayan a la casa y se queden por un buen tiempo en la misma es reconocido por el equipo de mairos como el primer signo de cambio de parte del muchacho. Esta actitud de permanecer en el proyecto es calificada siempre como algo que el muchacho hace por él mismo. El supuesto es: el morro que va a la casa es el que pone todo de su parte mientras que el ambiente que se genera en la casa no es un imán que lo atrae y seduce para que se quede y permanezca en esa opción de vida. El reconocimiento, de parte de los mairos, de este esfuerzo como tarea personal que el chavo realiza al integrarse a la casa es un indicador de la dificultad misma que ven los mairos en el proceso de incorporación.

Para que el chavo logre su incorporación al proyecto debe de asumir una serie de derechos y una serie de obligaciones que se encuentran escritas en las paredes de la casa. Por ejemplo: derecho a cama, a cobija, a bañarse, a estar limpio, a ayuda médica, a una comida, a ser escuchado, etc. y por obligaciones tiene las de bañarse, estar limpio, hacer algún aseo, participar en actividades comunes, no drogarse, no clavar cosas robadas, respetar a los demás...

Aparece la obligación de respetar a los demás, como una cosa necesaria en el nuevo ambiente de comunidad, solidaridad, de vida nueva que empiezan. Pero el chavito choca y se da cuenta que las «leyes» internas de derechos y obligaciones no son respetadas en su último punto: todos le echan un montón de carrilla. No lo bajan de flaco, bajo, chaparro, gordo, narizón, lento, orejón, alto y cualquier otra cosa que pueda ser un defecto no asumido del chavo. Del cual los demás encuentran que cuando se lo recuerdan al morrito nuevo se enoja, llora, o se va de la casa.

Esta carrilla hablada y evidente es relativamente fácil de controlar por parte de los mairos. Pero no es todo. Existe más en este campo de la carrilla: las caras. Por ponerle un nombre a aquel cúmulo de signos que nos manda una persona al estar frente a nosotros. Se podría hablar de las ondas de energía que nos manda, de las que en conjunto recibimos y él recibe de nosotros.

Recuerdo un sábado en que José Guadalupe llegó necesitado de casa. Su sonrisa era la de todos los días, brillante, transparente, entró por el pasillo, saludó a medias. Hacía tiempo que no se paraba por la casa, así que lo saludé lo más eufóricamente que pude: "¡Qué padre que estas aquí con nosotros!" Mientras escuché algunos comentarios a la sorda como: "Mairo: sáquelo". "Ese es un desmadre". Traté de hacer algo y callé esos comentarios. Los morros que estaban en la casa siguieron clavados en la televisión pero ignoraron al nuevo miembro de la comunidad... José Guadalupe no soportó estar parado y tratando de encontrar un lugar en esa casa y se fue como a los dos minutos. Nadie le dijo nada que lo agrediera en especial, pero el ambiente burbujeaba rabia contra él, y se percató: sintió ese ambiente negativo en su contra y mejor se fue.

Por eso quiero hablar de una carrilla evidente, de la que algunas veces el mismo agredido se ríe, y con ella se integra al grupo y una carrilla invisible, que no se ve, que no es evidente, y que de tal manera marca y excluye que el agredido tiene que dejar el lugar por salud mental, para estar a gusto.

Los mairos

Por su cuenta los mairos son otra oferta, que ayuda a que un morrito se quede, como, a que un morrito se salga del programa.

2)Apoyo vs. no apoyo

Le ayuda mucho a un morrito el apoyo que pueda sentir de parte del mairo. Le ayuda que sea querido, que se le respete. La relación con el mairo va a ser fundamental pues da el espacio reconocido, da la puerta principal, la oficial.

Se han dado casos en que un morrito sale impestivamente del programa pues se ha peleado con un mairo. Aquí la relación morro-mairo tuvo un rompimiento de todos los lazos de comunicación y en definitiva el chavito enojado con el mairo sale huyendo de la casa. En los ocho meses de este trabajo no se dio el caso.

4)Presión vs. flexibilidad

Otra cosa que los mairos hacen para correr a un morrito es la presión a las normas. Cuando se ve que a un morro el proyecto no le ayuda en lo más mínimo sino que empieza a usar la casa para estar limpio y dormir a gusto, pero el morro se droga y roba y hace cosas que le quitan vida... El mairo ve que la única solución es regresar al morrito a la calle (no vida) para que allí piense y luego regrese ya con ganas de casa como debe de ser: participar todo el día, sobretodo en la escuela y las actividades que sean comunes.

Otro camino que siguen los mairos es darle más libertad para que en un momento dado haga algo escandalosamente prohibido y con ese simple hecho se le eche de la casa. Por ser un bato manchado y haberse pasado de lanza con la casa. Siendo que la casa, lo único que quiere, es hacerle el paro.

La búsqueda

Ofertas por todas las esquinas: dinero, droga, cotorreo, finanzas, quien lo invite, chemo, mairos, albergues, dif, viajes e infinidad de posibilidades abiertas a mundos nuevos y fascinantes.

Marcado por la sociedad como callejero, el chavo de la calle busca y encuentra poco a poco su lugar, a fuerza de caer y levantarse, sólo viviendo, caminando se ubica socialmente. Con base en aceptación y rechazo descubre a su grupo de amigos: en los que puede confiar. Atrapado entre los que se siente bien, el chavo sonríe. Temeroso en ambientes cerrados, inseguro entre puertas cerradas, sigue de paso en busca de otra cosa.

Nuestro amigo podrá sentirse muy a gusto con sus amigos para la droga, podrá realizarse cuando, entre varios, atraquen un lugar, sentirá a los compas cuando lo alivianan o le hagan un paro. Se sentirá muy querido cuando, por la calle, un compa no lo deje abajo y le role media torta.

Nuestro amigo al mismo tiempo que va descubriendo las caricias de la calle, le toca sentir las bicicletas, los golpes, los rechazos, los insultos: la lucha por ser aceptado. Sentirá la soledad en otros ratos, algún amigo que cayó al tute, otro que mejor se va, uno acuchillado... Sentirá él mismo que la calle no es vida, no es un lugar, no es nada, y buscará, saldrá nuevamente, a refugiarse en algún lugar: fuera de la calle.

Se detendrá más o menos tiempo según sea o no aceptado.

El chavo en busca se peleará interiormente para descubrir si lo que más le conviene es la calle que poco a poco va reconociendo como mala o alguna casa-hogar que los mairos le ofrecen como alternativa de vida y que supuestamente es buena. Su lucha interior será entre lo que se le presenta como bueno y malo.

Su decisión la tomará allí en la calle. Con un tiempo de vivir experiencias que la sociedad etiqueta como malas. Allí él mismo tendrá que saber qué es lo que él mismo quiere para su misma vida. Quizá no le quede lejos algún señor bien en busca de diversión, ni le quede lejos un teporocho quien le haya compartido algún lonche. Quizá sueñe con alguno de ellos como modelo a seguir. Puede cruzar en su mente la idea de ser mairo, de esos casi perfectos e im-pecables. Algún padrote quizá ya iluminó su vida para adelante. Pero lo más probable es que no sueñe en nada, sino que simplemente se quede en el momento y goce lo más que pueda a su amiga, a su chemo, a su mota. ¿Dónde estará nuestro amigo? a saber...

La sociedad injusta en que vivimos genera esas familias manda niños a la calle. Nuestro amigo sale a buscar algo para él, emprende un camino perdido desde el principio. La calle no le ayuda a resolver sus problemas, los mairos son lentos en la respuesta.

Notas:

36.

Bitácora, 19 de febrero de 1992.

37. Laura Sánchez Valdes, Perfil psicosocial del niño de la calle: un estudio cualitativo de caso, MAMA, A.C., tesis para obtener la licenciatura de psicología, ITESO, Guadalajara, 1990, p. 18

38. La palabra que explique la vida sexual de estos niños es muy difícil. Los novios o intentos de novios que me ha tocado conocer la más de las veces son agresivos, no es que quieran golpear a su pareja, ni que sean masoquistas, sino es toda una fuerza reprimida que creen que si la sacan rápido y de un golpe van a lograr más satisfacción. Viven una sexualidad más libre, menos pudorosa, que de alguna manera se explica si en un cuarto de tres por tres metros vive la familia, si en ese cuarto es posible que duerma el novio de la adolescente, si la mamá, desde luego que vive con su pareja (la última). Si se viven entre tantos condicionamientos, ¿qué esperar?

39. Así como el campesino es la persona que vive en el campo y el citadino el que vive en la ciudad.

40. Laura Sánchez, op. cit., p. 18.

41. Puede parecer raro pero el niño de la calle en general no deja a nadie abajo.

42. La palabra cabrón la usa Alejandro García Durán (Chinchachoma) en su libro Mis 7 amadas mujeres públicas para referirse a un cierto grupo de adultos que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales de una manera ordenada. La usa de una manera despectiva, como queriendo hacer ver lo poco humanos que son esas gentes, lo animalados y se les compara con una cabra madura, grande, plena, y así, animal. Retomo el insulto para nosotros hacérselo al niño de la calle cuando sólo vemos eso: un animal. No porque lo quiera insultar sino sólo rescato una etiqueta que se le pone (le ponemos).

43. Alfonso Nafarrate, apuntes personales 1989, manuscrito, 1989, p. 20.

44. Jorge García-Robles, ¿Qué tranza con las bandas?, Ed. Posada, México, 1985, p. 99.

45. Con base en las gráficas de permanencia en la fase intermedia refugio de calle, notamos que el índice de permanencia es alrededor de un 10 por ciento.

46. Laura Sánchez, op. cit., p. 18.

47. Sin tratar de hacer una comparación con los niños de la calle de hoy y los de la edad media, sabemos que sí había abandono (o muerte) de parte de los padres pero de alguna manera los niños eran ayudados por algún pariente cercano o algún vecino. Así lo rescatable es la situación comunitaria.

48. Maud Mannoni, La educación imposible, Siglo XXI, 4ta edición, México, 1984, p. 37.

49. La idea viene tomada de Xavier Zubiri, filósofo, de su libro Sobre el hombre, Alianza Editoral, Madrid, 1986. Y es que el hombre tiene unas capacidades, digamos, iguales en el momento que nace, pero es sólo por un gerundio como logra realizarlas plenamente. Así el hombre aprende a caminar: caminando; a pensar: pensando, a amar: amando, a sentir: sintiendo, y etcétera. Es la manera en que aprehende a la realidad y hace suyo lo que le rodea.

50. Raúl Islas participa durante el tiempo estudiado en dos periodos distintos. Entre los dos periodos vivió en casa de un licenciado. Por su parte Jorge es un morro que perteneció a la primera época, y que se le recogió de una familia en la colonia de la Mezquitera. Sabemos de Paty, pues ella también vive con una familia en la Mezquitera.