¿Cómo crear un educador de calle?

Lo que pudiera parecer más importante en el educador de calle es la vocación. Si esta fuera lo importante entonces la tarea sería simplemente buscar esas gentes que tienen vocación. Incorporarlas a un proyecto que trabaje en pro de los niños de la calle y esperar a ver los resultados. Pero ninguna aptitud humana es innata. Sí hay algunas personas que se les facilita más una cosa que otra, pero siempre podemos recurrir a su historia para encontrar la razón de la aptitud.

La vocación del educador de calle inicia con un pequeño deseo en algún momento de su vida. El concreto del deseo será trabajar en alguna institución que apoye a los niños callejeros. La vocación irá madurando, irá creciendo, será.

Por eso es importante en este momento preguntarnos por la actitud previa de esta vocación. Luego por cómo se va realizando en un equipo de educadores de calle.

Actitud previa del educador de calle

Antes de poder llamar a una persona, educador de calle, tiene que querer trabajar por el bien de estos niños. Desde su interior inquieto debe surgir la idea de ayudar a estos niños desamparados por la sociedad. Debe quitarse todos los miedos que la sociedad impone: debe liberarse de los prejuicios sociales en los que se encasilla a tanto chiquillo de la calle para poder desear un trabajo por estos niños.

Este es el momento cero, antes de todo trabajo real por el niño. Es el momento del deseo, de imaginar cómo la realidad podría ser de otra manera: rato de desear más humanidad. Los concretos de este momento cero son buscar más gente interesada en ayudar al niño de la calle, pedir trabajo en alguna institución que ayude a los niños de la calle.

Encontrar una institución que trabaje con los niños de la calle y que necesite de algún educador es una tarea fácil, porque "la rotación frecuente de personal"(78) permite que entren y salgan muchos educadores. Por lo que resulta fácil encontrar vacantes en la institución.

Ya en la institución, el nuevo educador, con gusto y vocación incipiente, va a formar parte de un equipo. En este equipo es dónde tiene que ir madurando su vocación de entrega. Por eso vamos a tratar de perfilar el equipo de educadores, sus funciones, sus tareas, sus limitaciones...

El equipo de educadores

Es probable que una pareja de papá y mamá solos puedan educar a su hijo, pero en la vida diaria nadie hace tal hazaña: la mayor parte de la gente busca en otros ayuda para formar a su hijo. La escuela es el mejor ejemplo los padres recurren a ella y a otros para ayudarse en la formación de sus hijos, ¿Qué es lo que le toca hacer un educador?

El educador podrá pensar que él solo puede con el paquete de tal niño. Quizá llegue a pensar: "Yo sí puedo ayudar a Juan Ricardo". Pero en verdad nada podrá hacer.

El educador podrá hacer algo sólo a través del equipo de educadores. No sólo eso, sino que sólo podrá ser educador y mantenerse como tal si tiene la ayuda del equipo de educadores. Porque el equipo lo va a instruir, le va a regular su actividad y su cariño a los niños de la calle.

El equipo instruye

El equipo en un primer momento será el que instruya al educador. Desde la tarea tan simple de presentarlo con todos los niños. El equipo va a ser quien encamine al nuevo educador en la cultura de la calle. Quizá sea su primer diccionario. Palabras tan complicadas como baño si se usa mal puede generar mal entendidos. Pensemos en la siguiente escena hipotética.

-Mairo, un baño, ¿sí?-, le pregunta un morro al mairo.

-Claro que sí-, contesta el mairo.

Al rato el mairo pasa por el cuarto y huele a tonzol. Rápidamente se deja ir en contra del niño a regañarlo.

-¿Dónde está el demás tonsol?

-Pero, mairo, si Usted me dio permiso de un bañito, qué le pasa.

En nuestra escena hay una confusión, la palabra baño es entendida en dos sentidos. En la primera pregunta el educador entiende un baño en la regadera, mientras que el niño entiende un baño con tonsol.

El equipo de educadores debe de ser la instancia en donde el educador nuevo aclare todas estas dudas. El equipo va a ser quien lo lleve de la mano en sus primeras experiencias de calle al nuevo educador. El equipo es, pues, el instructor del nuevo educador.

El equipo regula

El equipo le va a presentar toda la cultura de la calle al nuevo educador. Pero no sólo eso. El equipo que quiere luchar por la vida de los niños de la calle, va a regular la actividad de los demás educadores. Así cuando un educador actúe lo va ha hacer pensando en los demás del equipo, lo va hacer sabiendo que no está solo.

El equipo, en sus reuniones semanales, irá estableciendo los criterios de acción con los niños. Criterios que retroalimentan y confrontan la actividad concreta de un mairo. El equipo será el que busque los qué haceres concretos en las situciones de cada niño. Los criterios van a buscar que el trabajo de los educadores sea más uniforme. Para el chavo parece que es más educativo que los mairos estén de acuerdo: pues si cada mairo hace lo que quiere se generará un desconcierto en el niño.

Así, por ejemplo, habrá que pensar qué hacer cuando un niño no se levanta de la cama a la hora indicada (7:00 a.m.). El mairo podrá pensar en: 1)quitarle la cobija, 2)echarle un vaso de agua, 3)que pierda el derecho al desayuno, 4)dejarlo allí y no hacerle caso por el resto de la mañana, 5)tumbarlo de la cama, 6)hacerle cosquillas, 7) alguna otra cosa.

Todas estas acciones han pasado en la casa algún día, son historias de cada mañana. Por eso es importante que el equipo de educadores revise cada acción. Al revisar punto por punto, se descartan rápidamente aquellos en los que está implicada cierta violencia física, por mínima que sea. Los criterios de los educadores se determinarán de dos formas distintas.

Un forma son las reuniones de mairos como momento para revisar los diferentes criterios. En la práctica nunca se revisan una a una las acciones de los mairos para descubrir los criterios de acción que ocultan, sino que, se plantea un problema, por ejemplo: que no se levantan a tiempo. Los mairos reunidos, con el recuerdo de la historia vivida en la casa, buscan el mejor criterio, el más sano, el más eficaz para ayudar a resolver el problema de la levantada. Luego todos los mairos plantean cuál puede ser el mejor criterio que más ayuda a estos niños que hoy visitan el refugio.

En nuestro ejemplo el criterio más viable para el morro que no se levanta a tiempo es que, pierde derecho a desayuno.

La otra forma de proponer un criterio es que éste aparezca escrito en la bitacora, para que los demás mairos pongan su opinión. Esto lo podemos ver un una de las bitácoras:

Yo he estado manejando la consigna de que el que no trabaja no tiene derecho a comer. Si alguien no está de acuerdo, lo vemos en reunión [de mairos] para poder perfilar nuestra postura como educadores y que tengamos los mismos criterios.(79)

En realidad el equipo no opinó nada ni a favor ni en contra y como el silencio otorga, resultó ser un nuevo criterio que marca la relación con el niño.

Son estas dos de las formas en las que el equipo va a descubrir poco a poco cuál es el criterio de acción para cada una de las actividades de la casa. Preguntas desde si le es permitido al chavo entrar con droga a la casa o no. Cada mairo irá manejando cada situación que se le presente de la manera en que vea más conveniente. La reunión de mairos será el instrumento para checar que lo que se hizo estuvo bien, mal, o pudo haber sido mejor. La reunión de mairos es un chequeo de los malentendidos del pasado para crear espacios más claros donde todos nos podamos mover en el futuro.

Estos criterios primero funcionan como vereditas por dónde llegar a donde queremos. Pero a fuerza de repetir la misma idea, a fuerza de recordarla todos los días, va teniendo peso de ley. Ley que no queda escrita en ningún lugar, sino que se va recordando conforme se tenga necesidad de ella: cuando es muy infringida.

Formas de acercamiento

La vocación por los niños de la calle va creciendo tanto como va creciendo nuestro cariño por niños callejeros concretos. Es ese cariño dado y recibido el que va a transformar al educador y al niño de la calle. El educador cuando quiere a un sujeto de la calle deja de ser objetivo con él: es subjetivo. Este punto es importante que quede claro.

No se puede ser objetivo cuando hablamos de un niño. Porque en la relación con el niño florece siempre lo que lo queremos. El amor que le damos al niño puede nublar nuestra visión de tal manera que una gran carencia que tiene no la logramos ver. Al igual que el amor que no le damos puede hacer que veamos grandes carencias y nulas posibilidades de cambio en el chavo. Es por eso que no podemos ser objetivos en la relación que vamos generando con los niños de la calle.

Cuando alguna de estas dos formas de cariño nos hace no ver exactamente al chavo sino ver sólo la imagen que tenemos de él reflejada en nuestro cariño. Es cuando entra el equipo a buscar una objetividad que parta de todas las subjetividades juntas. Las relaciones humanas que se generan dan para que un mairo se lleve bien con un morro, pero otro mairo no se lleva bien con ese mismo morro, por eso el equipo debe de ser, a veces, un puente que dé acceso, cercanía y comprensión de los demás morritos, de los que no entendemos.

El equipo va a ser la única instancia que va a tener nuestro cariño, selectivo, para que se abra a otras vidas de otros niños, para que crezca, para que encuentre una ayuda más real.

El niño tiene la tendencia a dar lo que el educador pide. En especial cuando el niño quiere quedar bien con el mairo, cuando muestra sólo lo bueno que es. La visión de este mairo será incompleta. Para el mairo, convencido que este su amigo de la calle sólo hace cosas buenas (lo único que le muestra), no aceptará lo que los demás mairos digan que el morro no está bien. Por ello es importante el equipo. Pues se convierte en la única instancia por la que el educador puede ser objetivo: si escucha la visión que el resto del equipo tiene del mismo morro. El equipo va a completar la visión que un educador tenga de alguno de los morritos.

Habilidades del educador

La herramienta que más usará el educador será la comunicación interpersonal. Con ella se pone en juego no sólo los conocimientos e inteligencia del mairo, sino la misma persona frágil y humana.

No se le pedirá que sea hábil, sino que sea cercano, que se deje tocar, que se muestre como es, que quizá un día pierda, otro deje que se burlen de él. Pero que apoye incondicionalmente a los niños.

Las relaciones del educador se darán en tres niveles: educador-niño, educador-educador-equipo, educador-director. La relación debe de estar permeada por la convicción de que lo más importante siempre es el niño. Es muy fácil olvidar a los niños, especialmente cuando se les ve como personas incompletas por las que hay que hacer algo. Ante el niño de la calle tenemos algo más: es un niño que por un lado tiene en su historia personal decisiones muy importantes y por otro lado estas decisiones le han formado una personalidad reacia a cambiar.

Las decisiones que ha tomado el niño nos deben de animar a confiar en él, en sus propias decisiones. Su personalidad, forjada con base en duras decisiones, la vamos a recordar cada vez que se revele ante nosotros y nuestra bondad.

El educador y el niño

Al educador se le pide que trate de involucrarse en la vida del niño. Para que por un lado sepa descubrir los cambios que va dando el niño, sepa renovar la visión que tiene del niño que cambia. Que por otro lado sea capaz de descubrir la mejor herramienta pedagógica para ese niño concreto que tiene frente sí y no se aferre a su experiencia por más grande que sea.

En la vida de estos niños se van sembrando semillas. El niño debe su personalidad a las decisiones que toma en respuesta al medio que lo rodea. Así cuando tenemos un niño, tenemos algo que no se parece a nadie, y al que sólo le podemos responder de manera única. Al mismo tiempo sabemos que podemos generar una cierta respuesta en el niño. Sabemos que su personalidad no está cerrada, no está dada sino que pude cambiar. Como sabemos eso le inyectamos una serie de semillas. Le proponemos ofertas, lo queremos, le invitamos a que sea más. Pero luego actuamos como si el niño no cambiara o fuera inmune al medio ambiente. Nunca le quitamos la etiqueta que le habíamos puesto el primer día que lo vimos.

El educador en su relación con el niño debe de ser abierto. Una apertura por dónde puedan entrar más niños. Abierto no significa que no se escandalice de lo que pasa en la calle, eso ya se da por supuesto. Abierto significa que pueda descubrir eso que hay de bueno en cada uno de los niños a los que atiende. Abierto significa que sea capaz de ver crecer al niño, que acepte la vida que el niño tiene y que acepte que puede cambiar. Que acepte que la personalidad del niño no se da en abstracto. Una persona aislada de todas las demás no tiene personalidad, pues se es persona sólo frente a otra.

El educador debe de estar abierto a apoyar la personalidad como sea de cada uno de los niños que le rodean en el refugio. Debe de tener capacidad de diálogo.

Otra cosa importante que el educador debe aceptar de sí mismo es que puede equivocarse. Por otra parte, el niño debe saber y ser consciente de que el educador también se equivoca. Es decir, que ambos ubiquen que la realidad de la vida es que nadie es perfecto, sino que todos somos perfectibles. El niño debe de descubrir en el mairo a un amigo que también está luchando igual que él para ser alguien en la vida. El morro debe descubrir ese modelo que le permita relativizar sus errores y dinamizar sus potencialidades.

El mairo debe de creer plenamente en el niño.

El educador y el equipo

La experiencia diaria da para decir que cuando hay dos personas juntas, de alguna manera generan problemas de comunicación, de relación interpersonal, chocan, se enojan, se pelean. Esto no es ajeno al equipo de educadores en donde hay más de dos personas juntas y compitiendo para estar y sentir que hacen bien su trabajo.

Cuando los educadores no se llevan bien, porque son muy distintos: ¿Qué se puede hacer?

Para responder a esta pregunta, regresaría a la misma premisa: lo importante de todo el proyecto son los morros, así que se puede dejar a un lado la relación interpersonal infuncional para mejor ir a buscar la solución a la vida de los niños. No siempre es posible. En esto el mundo de los adultos es muy complicado. Por eso el objetivo buscado no es que trabajen juntos, ni que se desgasten en lo que uno ve mal del otro, sino que piensen los dos qué pueden hacer por tal niño concreto. ¿Cómo le pueden ayudar al niño a pesar de sus problemas? Se podría pensar como una terapia ocupacional para estos dos mairos que están en conflicto. En la relación, algo que puede ayudar no es qué hice bien y que hiciste mal, sino brincar esos problemas que ocasionamos al estar juntos para tratar de hacer algo realmente positivo por los niños que viven en la calle.

El equipo se forma cuando el director contrata a ciertas personas para que sean educadoras de niños. El apoyo, la confianza, el diálogo, la complementariedad en el equipo se irán dando en la medida en que no pierdan de vista la razón por la que llegaron al equipo, la razón por la que pidieron trabajar en ese lugar: ese deseo de ayudar a esos niños de la calle.

El equipo va a ser mediador en la medida en que se aprenda a hablar por los niños, en la medida en que se busque el bien del niño, sin importar otras cosas, en ese momento el equipo va a ser un mediador entre los problemas que generan los educadores por el hecho de estar juntos. Creo que centrados en el niño, se puede ir caminando.

El educador y el director

Otras de las habilidades que el educador debe tener es saber relacionarse con el director.

El mairo debe de afrontar al director con la misma línea de acción: Qué más podemos hacer como proyecto por el niño de la calle, qué no estamos haciendo bien, qué podemos hacer mejor. El que nos va a decir por dónde, es el mismo niño de la calle. Nos lo dice en la medida en que vamos siendo respuesta a sus problemas.

Se podría pensar que el director es un miembro más del equipo, pero eso en pocos casos se da. Porque generalmente el director tendrá bajo su control la toma de decisiones más importantes, que atañen a la vida del niño.

La relación con el director no puede ser pasiva. De esa pasividad que invita a un "para qué hago, pienso, propongo, si luego él hace lo que quiere..." No, no importa que finalmente el director haga lo que quiera, que tome una decisión quizá hasta en contra de lo que pensamos, pero debemos de establecr un diálogo en el que le hagamos ver el daño que haría al niño si toma tal decisión. Un diálogo en el que el mairo le muestre al director el bien que se podría hacer si reacciona a partir de estas cosas concretas que tiene este niño.

Es una relación de diálogo, pero no es un diálogo para platicar y sentirse a gusto, es un canal de comunicación para que las ideas en favor de los niños circulen y den más calidad y más solución real a la problemática del niño de la calle.

Conocimientos

Sería muy bueno que el mairo tuviera conocimientos de cada una de las áreas (higiene, alimentación, deportiva, jurídica, médica, historia, sexología, matemáticas, lectura) y además la pedagogía para transmitirlos. Pero el mairo sabrá un poco de todo y estará inmerso en la sociedad igual que todos y desde allí tratará de responder a los problemas como vea más conveniente.

Por eso ni al mairo ni al equipo se le va a pedir que resuelva la problemática del niño, sino que dependiendo del problema hay otras instancias, otras instituciones, otras personas, que pueden resolver ese problema determinado. Lo que sí se le va a pedir al equipo de mairos es que sepan detectar el problema del niño. Lo que sí se le va a pedir al mairo es que sepan reconocer el problema del niño que está inserto en una vida. En la vida de un niño, y que por eso puede mañana ser diferente.

El mairo debe siempre estar alerta a los más mínimos cambios para saber qué es lo que le pasa al niño en su interior. No debe de cerrar la idea que tiene del niño ni como buena ni como mala. Con esta apertura en mente, estamos en el momento de no cerrarle nuestras puertas interiores al niño. Es el momento de abrirle las oportunidades y de apoyarlo tanto material como moralmente. Sabemos que el chavo va a necesitar mucho apoyo afectivo, tenemos que proporcionárselo.

Regeneración espontánea, no hay. Nosotros queremos generar un niño nuevo. Si en la calle lo dejamos solo es casi imposible que logre algo. Por eso para el niño tenemos que generar cambios exteriores, generar un ambiente distinto, para que tenga la nueva oportunidad que tanto está buscando de crecer, de ser alguien.

Actitudes

El educador debe tener tres actitudes previas y con ellas afrontar los problemas que viva en la institución. Tiene que creer en el chavo, creer en el equipo de educadores, y por último apostar incondicionalmente por la vida del chavo.

Creer en el chavo

El educador no puede ver al niño como la sociedad lo ve: como un caso perdido. El educador de calle debe creer en el chavo. El educador no puede perder la esperanza. Cuando el educador se acerque al morro para tenderle la mano, lo debe hacer con la certeza que, detrás de todo lo «malo» que pueda parecer el morro, hay en él un interior lleno de humanidad.

El niño, sabiéndose libre, sin amor materno, vivirá conductas de muerte que en el fondo de su corazón no quiere. El niño, aunque toda su vida ha recibido negatividades, sabrá perfectamente, desde su interior, distinguir entre lo que le conviene y lo que lo destruye.

Si el niño quiere caminar y llegar a ser más y los únicos caminos que ha recorrido lo llevan de regreso a un origen negativo, el educador tiene que romper con esa dinámica y ofrecerle al niño un camino más real: ese que el niño va ciegamente reconociendo desde su más profundo interior.

El acercamiento al chavo debe de ser desde la plena seguridad de que el niño de la calle está buscando lo mejor para él.

Si el educador no cree en el niño y el niño no reconoce los caminos que tiene que recorrer... ¿A dónde va a llegar?

Creer en el equipo

El educador, no sólo debe de creer en el niño, sino que también debe de creer y confiar plenamente en el resto del equipo de educadores.

Pues el equipo va a ser la única instancia que el educador va a tener para ser objetivo en su relación con cada uno de los niños.

Apuesta incondicional por el chavito

El educador, como parte del equipo, debe creer en el niño. Esta creencia se debe convertir en una apuesta incondicional por la vida del chavo. Al niño se le debe de ayudar incondicionalmente todas las veces que lo necesite en la prespectiva de su buena formación.

Muchas veces se le tendrá que decir que sí al niño una y otra vez. El niño tendrá una serie larga de regresiones a la calle, a su pasado, a su familia que lo destruye. Pero eso no puede ser una actitud ciega, una actitud que niegue su problema. La tarea es apoyarlo incondicionalmente pero en la lucha mutua por solucionar su problema que no lo deja ser. En eso consiste el apoyo. Creo que la manera más fácil de destruir a un niño es apoyarlo sin ver su problema, sino simplemente darle lo que pide y creer que él solo va a poder solucionar un problema que la sociedad le ha regalado desde que nació. Eso no se vale. Una honesta ayuda al niño de la calle sería ayudarle a detectar su problema. Aunque ni él ni el educador lo quiera ver.

 

Notas

78. Centro de Estudios Educativos, Experiencias significativas en atención a jóvenes de sectores populares en el Distrito Federal : Estado de la práctica, Centro de Estudios Educativos, México, 1990, p. 113.

79. Bitácoras, 9 de enero de 1992.